Archive for abril, 2013


casablancaPerdida entre medio de las avenidas que rodean las plazas de Washington, me senté en un banco para mirar el mapa. Si hay algo que te puede confundir en la ciudad son las diagonales. El resto de las calles se caracterizan por tener números y letras, lo cual lo hace simple para cualquier turista como yo. Pero nombres como «Pennsylvania» o «Connecticut»  todavía no me eran familiares.

Tenía que estar cerca de uno de los lugares más importantes de la capital, incluso del país. Decidida a seguir, aunque eso implicara volver a perderme, empecé a caminar hacia la dirección que más me llamó la atención y ahí estaba: la Casa Blanca.

Es el edificio público más antiguo del Distrito de Columbia y la Av. Pennsylvania al 1600 es la dirección más famosa de todo Estados Unidos. Desde aquí, todos los presidentes, excepto George Washington, dirigieron su mandato. Desde 1972, la Casa Blanca se convirtió en un símbolo de la presidencia americana alrededor del mundo y, junto con el Capitolio, representan la libertad y los ideales de la Nación.

Decenas de personas estaban allí paradas, a pesar del calor agobiante del verano, contemplando el edificio más visto de todas las películas americanas. Se sacaban fotos intentando pasar los barrotes que la encierran para tener una imagen todavía más clara.

Sus jardines bien cuidados se observan a su entrada junto a una fuente y a sus costados se distinguen los edificios del Estado, la Guerra y la Marina y el Departamento del Tesoro.

Sin embargo el lugar por dentro no estaba vacío. «¿Qué hacen esas personas saliendo de la Casa Blanca?» preguntó un niño a su madre mientras pasaban por allí. Se puede realizar una visita guiada, pero para poder conseguir una cita existe una espera de alrededor de seis meses.

Siguiendo un camino con mucha historia, a unas pocas cuadras de la Casa Blanca (aunque con el calor se puede hacer un poco más intenso) se encuentra el Monumento a Washington. Con forma de obelisco, como el de Buenos Aires, pero que me resultó todavía más grande, se lo puede observar desde muy lejos.

Rodeado por banderas estadounidenses, el monumento se veía impecable en la altura. Hacía poco tiempo que había estado colmado de gente que festejó el Día de la Independencia con fuegos artificiales que hacían todavía más impresionante el lugar.

El monumento es una conmemoración al primer presidente de los Estados Unidos y líder del revolucionario Ejército Continental, George Washington, quien logró la independencia del país luchando contra los británicos.

En 1884, se convirtió en la estructura más alta del mundo, hasta 1889, cuando se construyó la Torre Eiffel.

Tanto el Monumento a Washington, como la Casa Blanca, son unos de los símbolos más importantes de la historia norteamericana. Miles de turistas, tanto extranjeros como del propio país, visitan a diario estos lugares en busca del conocimiento de las raíces estadounidenses.

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Tantas veces había visto en las películas a la ciudad que nunca se detiene, con centenares de personas yendo y viniendo por las amplias calles, apurados, paseando, llevando su café en la mano; los taxis amarillos, los carteles, las banderas. Y ahora estaba ahí para vivir una parte del sueño americano.

Recién llegada desde Washington, ubicada sobre la 34 y la 7, en la estación de trenes Penn Station, todavía no podía creer que estaba en Nueva York, un lugar con el que había soñado hacía mucho.

No tenía demasiado tiempo para recorrerla, ya que solamente me quedaba por el día, y es por eso que decidí enfocarme en visitar algunos de los sitios más importantes. Nueva York es gigante, y aunque pareciera estar todo cerca, las calles son largas y se tarda en llegar de un lugar al otro (para evitar esto también se puede tomar el metro).

El Empire State, Broadway y el Central Park eran mi objetivo en este pequeño viaje. A pocas cuadras de donde había llegado se encuentra el primero de ellos, el edificio de 381 metros de altura, que por 40 años había sido el más alto del mundo. Asimismo, el Empire State es uno de los íconos de la cultura norteamericana.

Desde allí se llega fácilmente a Broadway, una calle que a medida que te vas sumergiendo en su corazón van apareciendo cada vez más carteles, impresionantes situados en la altura. Este lugar se destaca por la inmensa cantidad de teatros (al estilo calle Corrientes de Buenos Aires), con distintas obras como «El Rey León», «Chicago», «Mamma Mía», «Avenida Q», etc., entre las cuales actualmente se encuentra «Evita» protagonizada por Ricky Martin y Elena Roger.

Broadway es un lugar en el cual se acumula mucha gente, no solo para ver alguna obra de teatro, sino también para disfrutar del recorrido de sus calles.

Sobre ellas existen, además, distintos locales de souvenirs, de ropa, jugueterías y un negocio de M & M, en donde se puede encontrar toda clase de chocolates.

A su finalización, en la calle 59, se ubica otro de los lugares más conocidos de Nueva York: el Central Park. Este parque público, abierto en 1857, cubre alrededor de 3,41 kilómetros de tierra, un sitio en el cual, si se dan muchas vueltas, se complica un poco saber por dónde salir.

Entre el verde del pasto y de los árboles, se mezclan los visitantes que se adentran en el Central Park para pasear y las personas que van allí a trabajar. Magos, pintores, músicos, son algunos de los que se reunen por hobby o para juntar algo de dinero.

Nueva York combina el anonimato de la multitud con individuos que se destacan, la rutina con la espontaneidad, lo común con el lujo. Es una de esas ciudades que no se puede dejar de conocer, y aunque haya estado simplemente unas horas en aquel lugar, Nueva York me terminó de enamorar.