El martes 23 por la noche, luego de haber participado del noticiero de Telefe desde Japón , Rodolfo Barili, conductor de este programa y periodista en general, realizó una twitcam con sus seguidores del Twitter para responder preguntas y contar acerca de la situación que está viviendo.
Rodolfo Barili se encontraba en ese momento en la ciudad de Tokio, luego de haber recorrido ese mismo día Iwaki, «el pueblo fantasma», como decidió bautizarlo.
Iwaki es una ciudad japonesa localizada en la prefectura de Fukushima, que quedó desvastada tras el tsunami y el terremoto de magnitud 9.0 en escala de Richter el 11 de marzo.
El conductor de Telefe Noticias contestó la mayoría de las inquietudes de los usuarios de Twitter y contó el panorama de lo que se estaba viviendo en aquellas ciudades. Además, habló de sus sensaciones como periodista.
Cuando comenzó la conversación, sufrieron un temblor en el piso 15 del edificio donde se estaban alojando. Sin embargo, observó que «no hay país más preparado para los sismos que este». «Lo que los perjudicó fue el tsunami», agregó.
La decisión de su viaje a Japón fue conjunta con el Director de Contenidos del noticiero, Paco Marmol y su acompañante de viaje, Rubén Groba, Gerente de Operaciones en Telefe Noticias. «Fue una decisión personal y estamos muy contentos de poder haber cumplido con lo que deseamos de llegar al límite de Fukushima». A su vez, tuvo el apoyo familiar. «Mi familia me comprendía», indicó.
Su llegada a Iwaki lo conmovió mucho. «No me la voy a olvidar más», señaló. Encontró autos apilados y le estremeció ver lo que quedó del abandono. «Lo único que ves y escuchas son cuervos, ves cuervos por todos lados. Esa escena es la más desgarradora», explicó. El pueblo completo se trasladó hacia otro lugar, «por eso hablamos de un pueblo fantasma». «Se nota que es un pueblo golpeado, un pueblo sin sonrisa», agregó.
Barili expresó que no tiene miedo, «pero siempre se tiene un grado de consciencia en el periodismo». Desde el hotel no le dieron ninguna directiva, pero ellos ya iban preparados. Es por eso que tomaron una serie de precauciones. Principalmente, se cuidan de no beber el agua del lugar. «Hasta un café lo preparamos con agua mineral que trajimos», señaló. El agua no puede tener contacto ni con los oídos ni con la boca, ya que puede estar contaminada. Tampoco consumen verdura. Toman mucho yodo, por el hecho de que si se saturan de este, el yodo radiactivo no les puede hacer nada. «Tiene un gusto muy feo y te deja ardiendo la boca, por eso en seguida tomamos café o gaseosa», explicó. Y por último, tienen su «seguro de vida», que es un dosímetro que les marca cuánta radiación hay en el lugar y cuánta llevan acumulada. Por el momento, llevaban un 13%, «lo equivalente a una radiografía de muela».
Las personas que perdieron las casas viven en refugios, que en realidad son escuelas. Nadie sabe hasta cuándo se quedarán allí, pero «el gobierno prometió hacer viviendas nuevas», declaró.
Los países del primer mundo está ayudando con donaciones y la Cruz Roja «es una vía que siempre ayuda». Tienen alimentos no perecederos que les lleva el Gobierno y el ejército. «Lo que necesitan es agua potable», explicó.
Por otro lado, comentó que casi no se ven occidentales en Japón. «Todos los países le dicen a las personas que salgan de ahí». Los residentes y turistas se fueron. Los argentinos que se encuentran allí se están yendo también. «Es más que nada por el movimiento, que en 10 días hubo más de 50, no tanto por la radiación, aunque algunos sí tienen miedo», manifestó.
Con respecto a la parte periodística, señala que «es una enorme satisfacción poder contarles una cosa desde tan lejos» y que «es la cobertura más fuerte que hice en mi vida». Además, comenta que tal vez los medios europeos no ponen tanta énfasis en mostrar que un pueblo de más de 100 mil personas fue abandonado y que no hubo ningún saqueo, ya que él lo compara con algunas evacuaciones que hubo en Argentina.
Están contentos de poder «reflejar una realidad que el mundo quiere ver» y lo hacen, ya que «quien estudia periodismo sabe lo que se siente contar una historia».
Para realizar esta cobertura duermen como mucho dos horas y media y desayunan con lo que encuentran. Después no comen en todo el día por los cambios de horarios. Se trasladan de un lugar a otro con un guía, que a la vez es traductor, ya que hay sitios en los cuales no hablan inglés.
Transmitieron con un satélite un día, pero luego siguieron con un celular argentino 3G, que fue «la mejor señal que conseguimos».
Rodolfo Barili detalló que quedan pocos periodistas en la zona. «La mayoría se fue al norte».
En ese momento no sabían cuándo volverían, pero ayer por la tarde llegaron de vuelta a la Argentina.
Para finalizar, declaró: «No somos héroes, somos periodistas».